Un estudio de World Weather Attribution analiza cómo el cambio climático provoca que los incendios extremos ahora sean más comunes en la Península Ibérica
Por ahora 2025 es el quinto año con mayor superficie quemada desde que hay registro (1961). Aunque en las últimas dos décadas la media anual de superficie quemada en España bajó unas 80.000 hectáreas, según datos de EFFIS, debido a la mejora de medidas de prevención y a unas penas más severas para los responsables de provocar incendios. Los incendios en España en 2025 fueron los peores en 30 años, casi cuadruplicando la superficie media anual quemada durante ese período. En Portugal, la superficie quemada fue 2,3 veces mayor que la media anual desde 1980. En total, más del 1 % de la superficie de la Península Ibérica se quemó en 2025, y más del 5 % de la región de estudio.
En general, los incendios han consumido 640.000 hectáreas, un área aproximadamente cuatro veces el tamaño de Londres, lo que representa alrededor del 1% de la superficie de la Península Ibérica, y la mayoría de los daños se produjeron en un lapso de solo dos semanas. España y Portugal son los países más afectados por los incendios de toda Europa. Se ha destruido parcialmente el hábitat de 395 especies en peligro de extinción, vulnerables o especialmente protegidas.
Los incendios se produjeron en un momento en el que toda la región mediterránea estaba azotada por una ola de calor, lo que significa que las condiciones atmosféricas eran tales que la vegetación se secaría extremadamente rápido, proporcionando mucho combustible para los incendios, un factor que, junto con las sequías a largo plazo, es un factor clave para que se produzcan incendios grandes y difíciles de controlar en la región. La ola de calor en España ha sido la más intensa registrada ya que ha durado 16 días, con un aumento de la temperatura media de 4.6 ºC, produciendo 10 los diez días más calurosos registrados en España desde al menos 1950.
La despoblación rural y el envejecimiento de la población en algunas zonas de Portugal y España han dejado las tierras forestales sin gestionar, lo que genera una alta densidad de combustible. Con menos población y menos pastoreo tradicional, el control de la vegetación natural ha disminuido drásticamente. Por su parte, la literatura científica muestra fuertes tendencias de sequía y un marcado aumento de la temperatura, así como condiciones climáticas cada vez más propicias para los incendios en el Mediterráneo.