Modelo matemático para preservar el patrimonio de Altamira

La cueva de Altamira, declarada Patrimonio de la Humanidad en 2008, enfrenta un desafío constante debido al impacto del interés que genera su singularidad. Desde que fuera descubierta en 1868 por Modesto Cubillas, la cueva ha sido objeto de estudio y admiración tanto por el público como por el personal investigador. Su importancia radica en las excepcionales pinturas rupestres que se han conservado gracias a un desprendimiento ocurrido hace 13,000 años, el cual bloqueó la entrada, manteniendo un equilibrio perfecto de temperatura y humedad en su interior.

Este equilibrio se vio alterado cuando se reabrió la cueva, permitiendo la entrada de aire exterior. En 1977, tras identificar los daños severos causados por la acumulación de dióxido de carbono, la cueva se cerró al público. Aunque ha habido intentos de reapertura, las visitas están actualmente limitadas a cinco personas al día para minimizar el deterioro. Además de su valor cultural, Altamira es un ecosistema singular con especies adaptadas a condiciones específicas y formaciones geológicas que brindan información sobre el clima pasado.

Un equipo de investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) han trabajado en un modelo crucial para la preservación de este tesoro. Liderado por el Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN) y el Instituto Geológico y Minero de España (IGME), en colaboración con las universidades de Alicante, Almería y Toulouse, el estudio utilizó técnicas avanzadas de modelización matemática basadas en datos recogidos entre 1996 y 2012.

“Nuestro modelo considera mediciones in situ de la temperatura y humedad del suelo exterior, y la temperatura y concentración de CO2 dentro de la cueva”, explica Sergio Sánchez-Moral, del MNCN. Además, incorporando datos externos de imágenes satelitales, se ha simulado el comportamiento del CO2 en diversas condiciones climáticas, validando los resultados con datos reales. Esto ha permitido desarrollar ecuaciones dinámicas que controlan la variabilidad temporal y espacial de los flujos de gases, energía y materia entre el exterior y el medio subterráneo.

La investigación, publicada en la revista Nature, subraya la necesidad de monitorizar y ajustar continuamente las estrategias de conservación. “El cambio climático prevé un aumento en la concentración de CO2 que podría agravar los riesgos de corrosión y deterioro de las pinturas”, apunta Sánchez-Moral. Por ello, es fundamental anticiparse a estos cambios y adaptar las medidas de conservación de manera dinámica y sostenible, asegurando la preservación de Altamira para las generaciones futuras.

Bisonte

Bisonte en la Cueva de Altamira. Pixabay

Fuente: https://www.nature.com/articles/s41598-024-60149-9

Sáez, D. Benavente, S. Cuezva, M. Huc, Á. Fernández‑Cortés, A. Mialon, Y. Kerr, S. Sánchez‑Moral y S. Mangiarotti. (2024) Scenarios for the Altamira cave CO2 concentration from 1950 to 2100. Scientific reports. DOI: https://doi.org/10.1038/s41598-024-60149-9